Habemus Papam: El anuncio del nuevo pontífice, un rito cargado de historia y simbolismo

Foto: Mateo Ricci

La elección de un nuevo papa, uno de los acontecimientos más significativos de la Iglesia Católica, culmina con un anuncio que resuena desde hace siglos: “Habemus Papam”. Esta fórmula solemne, pronunciada en latín desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, marca el inicio del pontificado del nuevo sucesor de San Pedro y la guía espiritual de más de 1.400 millones de católicos en todo el mundo.

Cuando del interior de la Capilla Sixtina emerge la esperada fumata blanca, señal inequívoca de que el cónclave ha alcanzado la mayoría necesaria de dos tercios —al menos 89 de los 133 cardenales electores—, la Plaza de San Pedro se convierte en epicentro de la emoción colectiva. Miles de fieles se congregan, mientras millones de personas siguen la transmisión en directo por medios de comunicación de todo el planeta.

Minutos después, el cardenal protodiácono, en este caso Dominique Mamberti —cardenal francés nacido en Marruecos y encargado de anunciar al nuevo pontífice—, se asoma al balcón para pronunciar la célebre fórmula:

“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!”
(«¡Os anuncio una gran alegría: tenemos papa!»)

Con estas palabras, pronunciadas en la lengua oficial de la Iglesia Católica, se da paso al anuncio formal del nuevo papa. El cardenal Mamberti revelará el nombre de bautismo del elegido, su apellido y el nombre papal que ha decidido adoptar, utilizando la tradicional fórmula latina:

En latín: “Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum Robert, Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Prevost qui sibi nomen imposuit Papa, León XIV.”
En español: “El eminentísimo y reverendísimo señor Robert, cardenal de la Santa Iglesia Romana Prevost, que ha elegido el nombre de Papa León XIV.”

Este rito, inalterado durante siglos, no solo constituye una declaración de identidad, sino también una afirmación de continuidad histórica. El uso del latín no es casual: representa la universalidad de la Iglesia, su herencia milenaria y su vínculo con la tradición apostólica.

Acto seguido, el nuevo papa apareció en el balcón, revestido con la muceta y la estola papal, para impartir su primera bendición Urbi et Orbi —“a la ciudad y al mundo”—. Esta bendición apostólica se concede en momentos extraordinarios, como Navidad, Pascua y, por supuesto, tras la elección de un nuevo pontífice.

La elección del nombre papal también encierra un poderoso simbolismo. Cada nuevo papa elige un nombre que refleja sus inspiraciones, su misión pastoral y, en muchos casos, un homenaje a figuras anteriores de la Iglesia. Así, nombres como Francisco, Benedicto o Juan Pablo evocan legados que el nuevo pontífice puede querer continuar o reinterpretar.

En definitiva, el anuncio del Habemus Papam no es solo la presentación de un nuevo líder, sino la expresión viva de una tradición que conecta el pasado con el presente, y que renueva la esperanza de millones de fieles en todo el mundo.